Diario "La Capital". Rosario, Martes, 08 de julio de 2014 01:00 
  
"Sin el apoyo de Chile, Gran Bretaña hubiese perdido la guerra de Malvinas"
Un aviador británico le contó cómo el gobierno de Pinochet permitió a los ingleses tener información vital para el desarrollo de la contienda.
 
      
    
    
Trama secreta. Pinochet mantuvo encubierta la colaboración que le prestó a Margaret Thatcher.
Un militar británico, Sidney Edwards, el oficial 
enviado por Margaret Thatcher para conseguir el apoyo secreto del 
entonces presidente Augusto Pinochet a Gran Bretaña, afirma que "sin el 
apoyo de Chile hubiéramos perdido la guerra".
"Mi opinión personal, y creo que fue compartida por 
mis jefes en el Ministerio de Defensa y por Margaret Thatcher, es que la
 ayuda que recibimos de parte de Chile fue absolutamente crucial. Sin 
ella, hubiésemos perdido la guerra", aventuró Edwards, un ex oficial de 
la Real Fuerza Aérea británica (RAF), a la revista chilena Qué Pasa.
Durante la guerra, que comenzó en abril de 1982 y 
duró dos meses, Chile adoptó públicamente una posición de neutralidad 
pero, sin embargo, siempre se rumoreó que había prestado apoyo logístico
 a Londres, algo que finalmente se confirmó hace dos años, al publicarse
 los archivos oficiales de esa época.
A los 80 años, Edwards decidió salir a contar su 
historia en el libro "My secret Falklands war" ("Mi guerra de las 
Malvinas secreta"). Allí cuenta que él fue elegido para llevar adelante 
las negociaciones en Chile por su dominio del idioma español (que logró 
tras haber sido agregado aéreo en Madrid) y su experiencia en 
operaciones conjuntas de inteligencia con otros países.
Edwards contó que el mismo día en que llegó a 
Santiago de Chile fue recibido por el comandante jefe de la Fuerza Aérea
 chilena, Fernando Mathei. "El general Matthei me dio la mano 
cálidamente —cuenta Edwards en su libro—. Me ofreció cooperación total 
dentro de los límites de lo práctico y de lo diplomáticamente posible. 
Enfatizó la necesidad de mantener el secreto". El aviador dijo que 
entendía la delicadeza de las relaciones entre los dos países y 
continuaron conversando.
"No pude creer la cooperación que logré con él y, por
 supuesto, con el resto de sus oficiales —continúa Edwards—. Obviamente 
el general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía dos cosas clave:
 que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos 
caminarían derecho a tomar las islas del canal Beagle. Lo otro es que 
Matthei sabía que ésta era una oportunidad ideal para conseguir 
armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente su país no habría 
conseguido".
En su libro, Edwards describe en detalle todo el 
operativo en Chile, con nombres y fechas, a pesar de que fue obligado a 
eliminar todo registro escrito de aquella época. "Este fue un período 
muy relevante en mi vida y lo tengo muy fresco en mi memoria", dice.
En su libro, Edwards comenta que el hecho de que en 
Chile rigiera una dictadura en ese momento facilitó su trabajo, ya que 
consiguió rápidamente documentos de identidad falsos. Además, manejaba 
como si fueran propias las oficinas centrales de la Fuerza Aérea chilena
 y desde allí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta 
Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río 
Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia. También desde allí coordinó, 
junto con Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo
 Especial británico (SAS) con un sistema satelital de comunicaciones 
seguro.
Para el piloto, ese radar fue la principal 
contribución a la misión británica. "Lo más importante fueron los avisos
 tempranos de ataques aéreos", dice el ex piloto. "Sin éstos, cuando un 
fuerza de mar tiene sólo una pequeña defensa aérea, como teníamos, 
habríamos tenido que montar patrullas aéreas de combate carísimas y 
aviones volando constantemente, listos para interceptar intrusos", 
argumenta.
Además, Matthei dejó a su disponibilidad la pista de 
aterrizaje ubicada en la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa 
chilena (el gobierno no quería exponer los aeropuertos continentales), 
para misiones Nimrod, que permitían volar a aviones británicos pintados 
con los colores chilenos a gran altura cerca de la frontera con la 
Argentina y obtener información de lo que pasaba en el país.
Edwards remarca que nunca habló con Pinochet durante 
la misión y que se trató de un hecho deliberado. "El (Pinochet) quería 
tener una especie de cláusula de escape, para poder negar que tuviera 
conocimiento de mí. Me parece que lo que quería hacer era que si 
cualquier cosa salía mal, él podría decir: «Fue Matthei, yo no sabía lo 
que él estaba haciendo»", explica el piloto.
Tras el final de la guerra, el 14 de junio de 1982 y 
con un saldo de más de 900 muertos (649 argentinos y 255 británicos), 
Edwards se quedó unos días más en Chile y salió a festejar al boliche 
Las Brujas. "Muchos de nuestros colegas chilenos se nos unieron allá y 
parecían tan contentos como nosotros con la victoria", recuerda el 
piloto.
Oculto hasta el final
Al regresar a Londres, Sidney Edwards fue condecorado
 con la Orden del Imperio Británico, Medalla del Atlántico Sur y la 
Encomienda de la Reina para servicio valioso en el aire. “Pero, para 
evitar atraer atención al vínculo con Chile, no me pondrían como parte 
de la lista de la guerra de las Falklands (Malvinas)”, dijo. Edwards 
sirvió en la RAF durante 31 años. Reside en Letchworth, Hertfordshire, 
sureste de Inglaterra.

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