jueves, 23 de abril de 2015

REINO UNIDO. INGLESES SÍ, EUROPEOS NO. EN EL BASTIÓN DEL POPULISMO BRITÁNICO

Ingleses sí, europeos no: en el bastión del populismo británico

CLACTON-ON-SEA, Inglaterra.- Robert Hickman emerge de la niebla como una visión fantasmagórica, cargando la caja de herramientas por las veredas inconclusas, cubiertas de lodo, del barrio de Jaiwick. "Antes vivía en Londres, sabes, hasta que llegaron los polacos y los búlgaros a sacarnos los trabajos", cuenta, mientras guarda sus cosas en un Rover gris de los años 90.
De día se gana la vida como plomero en este suburbio de privaciones en el condado de Essex; por las tardes se dedica a un nuevo hobby: la militancia. Carga en el auto una pila de folletos del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), que le toca repartir puerta a puerta unas horas más tarde.
Hickman, de 48 años, es un converso de la política: votante durante años del laborismo, descubrió en el mensaje descarnado de UKIP una razón para creer. "Los grandes partidos nos abandonaron."
El hombre no está solo. En Clacton-on-Sea se levanta un bastión del nacionalismo inglés antieuropeísta que promueve UKIP. Aquí consiguió el partido su primer representante en Westminster hace siete meses: Douglas Carswell, un conservador que se hartó de la "mano blanda" del primer ministro David Cameron con la inmigración masiva.
Pocos dudan de que Carswell retendrá su banca en las elecciones del 7 de mayo, aunque el auge de UKIP parece en baja después de su impactante triunfo en los comicios para el Parlamento Europeo de 2014. Las encuestas nacionales le otorgan un promedio de intención de voto en todo el Estado del 14% y una cosecha módica de cuatro o cinco escaños.
"Yo defiendo que la única política progresista que puede adoptar el Reino Unido es dejar la Unión Europea (UE). No es una cuestión de izquierdas o derechas, sino de entender el daño al que se está sometiendo a nuestra sociedad", sostiene Carswell, en el local de UKIP frente a la estación de tren de Clacton. Atiende en un escritorio de fórmica pegado a una vidriera que da a la calle. "Se trata de que Gran Bretaña vuelva a ser una democracia con autogobierno y no una sucursal que acata órdenes dictadas en Bruselas o en Berlín."
Es habitual ver por ahí a Nigel Farage, el líder nacional de UKIP. Su prédica antieuropea resultó un empuje decisivo para que el primer ministro conservador David Cameron anunciara su intención de convocar a un referéndum en 2017 en el que los británicos decidan si quieren irse de la UE.
En Clacton parece cantado qué pasaría si esa votación llegara a ocurrir. "Nigel es el único que dice la verdad aunque duela", comenta Mary Johnson-Mayer, una desempleada que pasa la tarde en un bar que mira al mar, cerca del muelle principal. Celebra incluso la frase más polémica de Farage durante el primer debate televisado de líderes políticos: cuando dijo que Gran Bretaña debía echar a los extranjeros enfermos de sida que se aprovechan de los remedios gratis que distribuye la sanidad pública.
Clacton es una ciudad de 60.000 habitantes, 140 kilómetros al este de Londres, que guarda un poco del esplendor que alguna tuvo como balneario de la clase obrera. Pero en sus márgenes se ubican suburbios como Jaiwick, donde se registran los peores índices británicos de pobreza, desempleo y seguridad.
"Es un terreno fértil para el mensaje de la antipolítica. UKIP apunta al votante de clase obrera desfavorecido, con bajo nivel educativo, de escasos recursos y que se siente excluido por el establishment", dice el politólogo Matthew Goodwin, coautor de un libro sobre el partido de Farage, titulado Revuelta en la derecha.
Como en gran parte del este de Inglaterra cundió aquí la estrategia de reducir el debate europeo al problema de la inmigración y a la necesidad de "recuperar el control de las fronteras".
En 2004 se unieron a la UE ocho ex países soviéticos, una movida impulsada durante años por los gobiernos británicos. Gracias a la libertad de movimiento de los ciudadanos comunitarios, desde entonces se instalaron en el Reino Unido más de un millón de personas provenientes de esas nacionalidades.
Fue un cambio social fenomenal, jamás previsto por Londres, que influyó en el mercado laboral (sobre todo con una devaluación salarial notable), presionó el venerado sistema de salud pública británica y agravó el problema de la falta de viviendas. La crisis económica que estalló en 2008 hizo el resto.
"Esta gente llega a nuestro país, los dejamos entrar y sin siquiera hablar inglés consiguen trabajos, ponen sus locales, instalan su propia sociedad", se queja Laurence Burns, mecánico, en la puerta de su casa de Jaiwick, cerca del mar. Es un bungalow de madera con un jardín cubierto de muebles rotos apilados, a la espera de que alguien se los lleve.
Como muchos de los habitantes locales, se mudó desde el Gran Londres en busca de alquiler barato y un empleo. En esa parte de Clacton el 61% de los habitantes vive de subsidios estatales.
"Esto parece Varsovia. Son millones", se queja Burns. Sin embargo, a los tan resistidos "polacos" no se los distingue fácil en Clacton. La media de extranjeros es inferior al promedio del este de Inglaterra (donde llegan a sumar el 11% de la población).
Los nacionalistas alimentan la fobia. Sus carteles de campaña son un compendio de mensajes de alarma. Como el que se lee en una ventana de la calle Colne, camino a la playa. Hay una foto de Cameron y el líder laborista, Ed Miliband, con narices de Pinocho y una leyenda: "Nos mienten sobre la inmigración europea. Un número gigantesco vendrá el año próximo en la segunda ola. ¿Cuánto más pueden soportar nuestras viviendas, hospitales y escuelas? Vota UKIP"..

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