lunes, 1 de diciembre de 2014

ANTÁRTIDA. ISLAS SHETLAND DEL SUR

Shetland del Sur

Incursión exprés en la Antártida-Isla 25 de Mayo

Desde Punta Arenas, Chile, un exclusivo vuelo hasta este blanco mundo de bases internacionales, ballenas jorobadas, focas y pingüinos, en el extremo septentrional del continente antártico
Por   | Para LA NACION
La tormenta se desató furiosa apenas quince minutos antes del horario previsto para el despegue. Los truenos sonaban atroces en la mañana, por lo que parecía que el esperado viaje se cancelaría sin remedio. Sin embargo, contra todo pronóstico y bajo una lluvia que se había convertido en granizo, el vuelo hacia la Antártida partió puntual desde el aeropuerto internacional de Punta Arenas.
Zamarreado por el viento, el avión tomó altura rápidamente, se sumergió en un mar de nubes grises y logró salir de la zona de turbulencias recién media hora más tarde, cuando hacía un buen rato que sobrevolábamos el mar de Drake.
A través de un micrófono, el comandante informó que había pasado lo peor, que el mal tiempo había quedado atrás y el resto del vuelo sería tan calmo como placentero. Sólo entonces se aflojaron las tensiones de la mayoría de los pasajeros, varios de los cuales se relajaron tanto que quedaron profundamente dormidos y recién despertaron cuando el avión aterrizó por fin en la Antártida. "Hemos llegado al continente blanco", dijo el comandante, otra vez al micrófono. Sentí que la emoción no me cabía en el cuerpo.
La Antártida es ese confín del mundo al que todo viajero sueña alguna vez con llegar. Hoy, la opción más frecuente para aventurarse hasta allí es la de los cruceros que parten del puerto de Ushuaia y realizan navegaciones de varios días para recorrer esencialmente las costas antárticas. Sin embargo existen alternativas que permiten un acercamiento diferente al continente helado, entre ellas la posibilidad de volar desde Punta Arenas, la ciudad más importante del extremo austral chileno, junto al estrecho de Magallanes.

Bajo cero, pero no tanto

Operados por Aerovías DAP, estos vuelos llevan alrededor de cuarenta pasajeros y permiten llegar hasta Rey Jorge, una isla sobre las costas septentrionales de la Antártida a la que los argentinos denominamos 25 de Mayo y los rusos llaman Waterloo, lo que muchas veces genera confusiones cartográficas. Perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur, esta isla es considerada uno de los principales atractivos turísticos del continente blanco por su variedad de fauna y, muy especialmente, por su clima estival de fríos benignos en el que las temperaturas diurnas suelen descender apenas hasta los -2°C. El viaje de apenas una hora y media la mayor parte del tiempo sobrevuela las aguas del mar de Drake, que separan el sur americano de las tierras antárticas. Se realiza exclusivamente desde mediados de diciembre hasta comienzos de febrero, único período del año en el que la pista de la isla 25 de Mayo se encuentra operable para el aterrizaje de aviones comerciales.

Comunidad de naciones

Apenas aterrizados, el sol apareció tímidamente en el cielo de la isla. Entre las nubes aún densas se había filtrado una luz amarillenta, algo pálida, que lograba entibiar un poco la temperatura. Sin intentar controlar la ansiedad había bajado rápido las escalerillas del avión y sacaba las primeras fotos del viaje cuando se acercó un sujeto de barba rubia y cabello enmarañado, que dijo llamarse Sergio Salas. "Bienvenido a la Base Eduardo Frei", saludó el barbado, que era científico y sería el guía durante la estada en la isla 25 de Mayo.
En el extremo occidental de la isla, la Base Presidente Eduardo Frei Montalva es la mayor estación científica de Chile en la Antártida y su población estable durante los meses del verano ronda las 150 personas, muchas de las cuales viven en Villa La Estrella, un poblado civil que también forma parte del asentamiento chileno. No lejos de allí se encuentran otras diez estaciones pertenecientes a otros nueve países, entre ellas la Base Carlini, operada por científicos argentinos y que hasta hace dos años se llamaba Jubany. Aquí el año último Metallica dio un histórico recital silencioso.
"Esta isla es una verdadera comunidad de naciones. Hay bases rusas, chinas, argentinas, chilenas, polacas, uruguayas, estadounidenses, alemanas, coreanas y peruanas. Todos tienen una única base, salvo los chilenos que tenemos dos", contó Sergio Salas mientras nos uníamos a dos chicas alemanas que formarían parte del grupo para recorrer Rey Jorge. "Por suerte somos un grupo muy pequeño, porque el resto de los pasajeros que vino en el avión está saliendo desde aquí en un crucero que navega por el resto de las Shetland del Sur", explicó Salas.
Sin alejarnos mucho de la pista caminamos menos de cien metros hasta unas motos de nieve a las que nos subimos para ir hasta la bahía Maxwell, también en el extremo occidental de la isla Rey Jorge. Sobre las motos atravesamos primero una zona de nieves muy espesas y luego cruzamos un arroyo de aguas congeladas al que los rusos llaman simpáticamente el Volga. "Este riacho marca la frontera natural entre las bases Frei y Bellingshausen, la estación científica rusa. Es una de las más pequeñas de la isla, porque tiene una población regular que no llega a las treinta personas. Pero también es de las más antiguas, ya que se instaló acá hace casi medio siglo", detalló Sergio, que detuvo por un instante las motos al pie de una gran colina en cuya cima se levantaba una iglesia de madera.
"Es el templo de la Santísima Trinidad, la mayor iglesia ortodoxa de toda la Antártida. Está hecha en un tradicional estilo ruso y fue construida originalmente en Siberia, para luego ser desarmada y vuelta a ensamblar en este lugar después de que todas sus partes viajaran por barco hasta la Antártida. Se inauguró en 2004 y tiene capacidad para unos treinta fieles", nos ilustró con tono académico Salas, que en esa iglesia fue testigo de un hecho histórico. Aquí, hace seis años, se celebró la primera boda antártica entre la hija de un científico ruso y un chileno. "Tuve la suerte de estar presente, fue algo inolvidable", dijo mientras encendía nuevamente el motor de su moto de nieve para seguir el viaje hasta la bahía Maxwell.

Recuerdo de la guerra

El viento empezó a soplar con fuerza cuando llegamos a la bahía. Apilados sobre la costa, varios tanques oxidados se levantaban como último legado de aquella época en la que los soviéticos tenían apostada en aguas antárticas una flota lista para ser parte de un eventual enfrentamiento contra las potencias occidentales. "Eso fue en los tiempos de la Guerra Fría. En la isla Rey Jorge había un estado de tensión muy grande, especialmente en la década del setenta, cuando Pinochet llegó al gobierno y se convirtió en gran aliado de los norteamericanos y en enemigo declarado del régimen soviético. En esos años, el contacto entre los científicos de las bases Frei y Bellingshausen no sólo estaba cortado, sino que estaba expresamente prohibido. Hasta que un buen día, según se dice, un soviético se decidió a cruzar desde su estación hasta la chilena con una bandera blanca y una botella de vodka. Parece que ese gesto de amistad descomprimió para siempre esa tensión entre las bases. Luego, ya en los años noventa, los rusos heredaron naturalmente la estación soviética y afianzaron los lazos de convivencia y cooperación entre ambos grupos", dijo el guía, parado junto a un bote Zodiac en el que saldríamos a navegar las aguas de la bahía hasta un islote llamado Ardley.
En las cercanías de Península Fildes, el islote Ardley es el hogar de una enorme colonia múltiple de pingüinos. Se denominan colonias múltiples a las conformadas por dos o más especies diferentes. En este caso, esta colonia se integra por pingüinos de las especies papúa, adelia y barbijo.
Desembarcamos en el islote y empezamos a aproximarnos a las aves que se agrupaban masivamente sobre una zona de la playa en la que dos enormes rocas oscuras asomaban contrastantes entre el hielo y la nieve. Con la intención de hacer varias buenas fotos, pero manteniendo una distancia prudencial con el núcleo de la colonia, me ubiqué de frente a los pingüinos, que en su gran mayoría pertenecían a la especie papúa, fácilmente identificable por su pico colorado y la mancha blanca que tienen en su frente, apenas por arriba de los ojos. Apoyando mi cámara en un trípode, me entretuve durante varios minutos haciendo imágenes de una hembra papúa que alimentaba a su cría y luego cambié el ángulo de enfoque hacia dos parejas de pingüinos adelia y de barbijo que chapoteaban en la orilla. "A los pingüinos de barbijo se los llama así por la delgada franja negra que presentan en la parte inferior de su cabeza, que se asemeja precisamente el borde superior de un barbijo. Y el rasgo característico del adelia es el anillo circular blanco que rodea el ojo en su cabeza totalmente negra. Además, el adelia es, junto con el emperador, el único pingüino que vive únicamente en la Antártida", nos instruyó Salas.
Después de media hora dejamos la colonia de pingüinos y nos subimos otra vez al bote Zodiac para ir hasta el inmenso glaciar Collins, que cubre una gran parte de la superficie de la isla 25 de Mayo y cuyo extenso frente gélido retrocede anualmente casi seis metros por efecto del calentamiento global. Tras veinte minutos de navegación desde el islote Ardley llegamos al frente del glaciar del que permanentemente se desprendían enormes bloques de hielo para luego flotar a la deriva. Serpenteando entre los bloques descubrimos sobre uno de ellos a tres focas cangrejeras que se asoleaban con los ojos cerrados. Lentamente, apagando el motor del bote para hacerlo de la manera más silenciosa posible, nos acercamos a los animales y allí nos quedamos durante varios minutos hasta que uno de ellos se sobresaltó con nuestra presencia y se zambulló en el agua. Recién entonces encendimos nuevamente el motor y recorrimos algo más del frente del Collins antes de emprender el camino de regreso a la base Bellingshausen.
En la navegación del retorno, las aguas de la bahía nos tenían reservada una sorpresa. De repente, sin siquiera anunciarse, emergió una colosal ballena jorobada. Allí, a no más de diez metros del bote, dejó primero ver su lomo oscuro y luego volvió a sumergirse, mostrando la cola durante unos segundos. Después, por casi un minuto, las aguas quedaron calmas hasta que otras dos ballenas volvieron a aparecer, esta vez a unos treinta o cuarenta metros. Los dos animales resoplaron brevemente, sacaron a flote sus gigantescas cabezas y finalmente se sumergieron como la primera ballena, mostrando su cola antes de desaparecer.
"Las ballenas jorobadas llegan hasta la Antártida en el verano, para alimentarse de krill y de peces pequeños como el arenque y la caballa. En los mares que rodean a la isla Rey Jorge hay mucho de este alimento, especialmente en las aguas más tranquilas, como las de bahía Maxwell. Por eso, este es un lugar excelente para encontrarlas en esta época", contó Salas cuando ya las tres ballenas se habían ido.
Para ese momento, el cielo estaba invadido de nubes grises que presagiaban una inevitable tormenta. Imaginé entonces que el vuelo de regreso a Punta Arenas sería, otra vez, movido. Una hora y media más tarde, ya con la anunciada tormenta comenzada, el avión de DAP se alejaba de la Antártida.

Datos útiles

Cómo llegar. La isla 25 de Mayo se encuentra en la costa septentrional de la Antártida. Para llegar hasta allí, Aerovías Dap realiza vuelos regulares en el verano desde la ciudad chilena de Punta Arenas. Los vuelos desde Punta Arenas, en el extremo austral de Chile, duran aproximadamente dos horas. En la isla Rey Jorge se ofrecen Programas Full Day y Programas Overnight, que incluyen una noche de estada en Rey Jorge. Las tarifas varían según el tipo de avión y la cantidad de pasajeros, pero pueden llegar a ser muy elevadas. Informes en www.aeroviasdap.cl
La aerolínea Sky Airline ofrece vuelos diarios de Buenos Aires a Santiago, Chile, desde donde hay conexiones permanentes con Punta Arenas. El vuelo de Santiago a Punta Arenas demora cuatro horas y media, incluye una escala en Puerto Montt y tiene un costo de 479 dólares, incluyendo impuestos. Informes en www.skyairline.com
Cuándo ir. Los viajes turísticos a la Antártida se realizan solamente en verano, ya que las condiciones climáticas son muy adversas en otros períodos del año. Los vuelos regulares de DAP salen de Punta Arenas desde principios de diciembre hasta fines de febrero, cuando la operabilidad de la pista de la isla 25 de Mayo es óptima.
Dónde alojarse. Alojamiento en 25 de Mayo
La Base Bellingshausen de la isla 25 de Mayo ofrece un alojamiento sencillo, en pequeñas habitaciones de madera que tienen una o dos camas. En los programas ofrecidos por Aerovías Dap, las comidas y bebidas están incluidas.
Alojamiento en Punta Arenas. Una buena opción de alojamiento es el hotel Cabo de Hornos, que tiene habitaciones dobles estándar desde 240 dólares la noche. Reservas en www.hotelcabodehornos.com.

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