lunes, 23 de junio de 2014

CLUB POLÍTICO ARGENTINO. MALVINAS HACIA UNA NUEVA ESTRATEGIA DE COOPERACIÓN



Documentos
Malvinas: Hacia una nueva estrategia de cooperación
BUENS AIRES, 29 de marzo de 2012

Declaración del Club Político Argentino
En vísperas de cumplirse treinta años de la Guerra de Malvinas el Club Político Argentino quiere hacer conocer algunas reflexiones y propuestas sobre la cuestión.

I. En las últimas semanas el gobierno nacional ha puesto un significativo esfuerzo por colocar en el centro de la atención mediática el conflicto austral. En parte lo ha hecho con base en una escalada de gestos, discursos y decisiones de confrontación; en otros casos, a través de la apropiación de algunos símbolos que merecerían una más reflexiva recordación.
En conjunto, estas manifestaciones, antes que enfrentar seriamente el diferendo, corren el albur de entremezclar la interpelación de genuinos sentimientos nacionales con el avivamiento de peligrosos desbordes nacionalistas.
Pero más allá de sus posibles usos, revisar hoy el camino que nos trajo hasta aquí, con la perspectiva que nos ofrecen los largos años transcurridos desde la conflagración en el Atlántico Sur, puede ser también el punto de partida de una reconsideración seria, responsable, plural y democrática que encarrile el conflicto por vías más positivas y prometedoras.

II. La cuestión Malvinas se ubica en una encrucijada de caminos donde convergen justos reclamos, arraigadas tradiciones culturales, dolorosas memorias recientes y ciertas modalidades escasamente realistas de pensarnos como sociedad y de comprender nuestra relación con los otros.
Tal como ha sido enseñada, aprendida y compartida por generaciones, la querella malvinense es una viga maestra de un ideario que vastos sectores de nuestra sociedad asumen con escasa o nula voluntad de revisión crítica; en algunos casos extremos, además, se funde en el caldero de interpretaciones cerriles de nuestra nacionalidad. Comenzar por desarmar esas genealogías que hablan el lenguaje de la unidad sin fisuras, reaccionarias a la hora de reconocer diferencias, y proclives a la imposición de voluntades autoritarias, es un paso ineludible orientado a producir un análisis más sensato de nuestra situación y a promover un diálogo más responsable.
Ciertamente, la Argentina tiene sobre las islas y mares del sur en litigio derechos legítimos. Pero no se trata de derechos absolutos ni de fundamentos incuestionables. Están basados en premisas no compartidas por todos los actores involucrados en el conflicto. Por lo tanto, si decidimos apostar seriamente al diálogo deberemos ser capaces de escuchar las razones de los otros a fin de entablar un proceso maduro de negociación, donde habrá que balancear ventajas, desventajas, puntos de acuerdo y eventuales concesiones guiadas por un fin superior.
En este cuadro, será especialmente necesario discutir en profundidad el significado de la Guerra del Atlántico Sur, el extendido apoyo social que tuvo y los resortes de un imaginario que todavía la vindica, a la vez que asumimos con absoluto realismo sus nefastas consecuencias, que entre otros aspectos destrozó años de pacientes acercamientos con los isleños, militarizó la zona y consolidó una avanzada posicional británica hacia el sector antártico.
Mirar de frente, con humildad y autocrítica, el trizado espejo de esa historia –donde se lamenta con vehemencia el final pero no se cuestiona el inicio de la contienda bélica- tal vez nos prepare mejor para sopesar cuidadosamente las acciones del presente y los pasos a dar en el futuro.

III. La reforma constitucional de 1994 introdujo una Disposición Transitoria que ratifica nuestros derechos sobre las islas y mares australes “respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional”. Esta cláusula, cuya redacción no está exenta de polémicas, atravesada por matices y condiciones, puede ser la base de una renovada política de Estado en la materia.
En especial porque su texto deja abierto un amplio espectro de temporalidades, estrategias y decisiones que serán más eficaces en la medida en que cuenten con una clara definición acerca de cuáles son nuestros mejores intereses en el diferendo, un amplio consenso interno basado en una franca deliberación colectiva y una sostenida voluntad diplomática.
En este marco, quizá haya llegado la hora de revisar de raíz las escasas virtudes, los magros frutos y las muchas desventajas de una estrategia de política exterior fundada en la idea del choque permanente como medio idóneo para alcanzar nuestros objetivos.
En particular, esta política orientada a imponerle “costos” a los británicos, tiene a su vez, y de manera creciente, onerosas cargas para nuestros aliados, socios o amigos, al perturbar las relaciones diplomáticas en la región, y en definitiva termina generando gravosos costos para nosotros mismos.
Por contrario, tal vez estemos ante una buena oportunidad para construir las bases de una nueva política, que ciertamente cuenta con valiosos antecedentes a lo largo del último cuarto de siglo de vida democrática, que haga de la cooperación, y no del enfrentamiento, el medio más adecuado para el logro de nuestras metas.

IV. Entre los componentes principales de esta política cooperativa podríamos mencionar los siguientes elementos:
En primer lugar,  redefinir de manera precisa nuestros intereses en el contexto del conflicto. A nuestro entender, los mejores intereses argentinos en el mediano plazo no consisten en una eventual incorporación territorial del archipiélago, sino en una apropiada inserción de nuestro país en el mundo que potencie nuestras oportunidades de desarrollo y la calidad de vida de nuestra ciudadanía.
En segundo término, sería conveniente reducir el tenor político y simbólico de la cuestión pasando a una instancia de diferendo diplomáticamente administrado. En tal sentido, derogar el feriado del 2 de abril y reemplazarlo por una recordación como la del 10 de junio (“Día de la reafirmación de los Derechos Argentinos sobre Malvinas”) sería un paso inicial en una dirección más promisoria. En este esquema, y sin que medie ninguna renuncia formal de nuestros derechos, debemos hacer patente ante la comunidad internacional nuestra visión de que la solución de esta controversia depende de una difícil y paciente negociación que involucre no solamente a los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña, sino también a los isleños.
Y finalmente, el eje de la nueva estrategia ha de ser contribuir a instalar en el área un espíritu de cooperación, con arreglo a intereses concretos en diferentes campos: explotación de recursos pesqueros y energéticos, turismo, comunicaciones, desarrollo científico-tecnológico, política ambiental, etc. Esta cooperación tendrá, al menos, dos facetas: por un lado, estará orientada a coordinar esfuerzos y políticas con otros países latinoamericanos; por otro, deberá ser definida por un vector de mutuo beneficio para argentinos, malvinenses y británicos.
Somos conscientes de que se trata de un camino arduo y delicado, y en cuya marcha todavía quedan amargas heridas por cicatrizar; sabemos que estamos proponiendo un enfoque que nos comprometerá durante mucho tiempo con una serie de acciones congruentes pero cuyo eventual éxito no será ni resonante ni inmediato. Pero también creemos que hay una ciudadanía crítica, madura y responsable, cansada de padecer conductas políticas oportunistas. Entendemos que esta ciudadanía tendrá una buena disposición para escuchar propuestas innovadoras, capaces de superar las consignas de un obcecado nacionalismo territorialista, conservador o de izquierda, que nada tiene para ofrecer como promesa de futuro.
Hace treinta años, en tierras malvinenses y en las aguas del mar austral, ofrendaron su vida cientos de soldados y militares argentinos. Muchos de esos combatientes eran hijos de la pobreza o de la marginalidad, todos habitantes de un tiempo violento, ciudadanos a medias de una Argentina sin rumbo. Honrar hoy su digna memoria nos obliga a construir una sociedad más democrática, próspera, pacífica e igualitaria, que ofrezca a los descendientes de aquellos caídos, y a todos los habitantes de nuestro suelo, las oportunidades de vida y de progreso que ellos no pudieron disfrutar.

29 de marzo de 2012
Por el Club Político Argentino:
Henoch Aguiar, Sabrina Ajmechet, Antonio Camou, Marcelo Cavarozzi, Silvia Cornejo, Graciela Fernández Meijide, Guillermo Genta, Ernesto Gore, Victoria Itzcovitz, Alejandro Katz,  Sebastián Katz, Elsa Kraisman, Carlos Kreimer, Aleardo Laría, Héctor Leis, Alicia Lissidini, Darío Macor, Roberto Martínez Nogueira, Federico Merke, Manuel Mora y Araujo, Daniel Muchnik, María Matilde Ollier, Vicente Palermo, Astrid Pikielny, Hugo Quiroga, Roberto Pucci, Carlos Reboratti, Rodolfo Rodil,  Luis Alberto Romero, Guillermo Rozenwurcel, Gabriel C. Salvia, Leonardo E. Stanley, César Tcach, Damián A. Toschi, Guillermo Yanco, Carlos V. Zurita.
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