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Malvinas: Hacia una nueva estrategia de cooperación
BUENS AIRES, 29 de marzo de 2012
Declaración del
Club Político Argentino
En vísperas de
cumplirse treinta años de la Guerra de Malvinas el Club Político Argentino
quiere hacer conocer algunas reflexiones y propuestas sobre la cuestión.
I. En las
últimas semanas el gobierno nacional ha puesto un significativo esfuerzo por
colocar en el centro de la atención mediática el conflicto austral. En parte lo
ha hecho con base en una escalada de gestos, discursos y decisiones de
confrontación; en otros casos, a través de la apropiación de algunos símbolos
que merecerían una más reflexiva recordación.
En conjunto,
estas manifestaciones, antes que enfrentar seriamente el diferendo, corren el
albur de entremezclar la interpelación de genuinos sentimientos nacionales con
el avivamiento de peligrosos desbordes nacionalistas.
Pero más allá
de sus posibles usos, revisar hoy el camino que nos trajo hasta aquí, con la
perspectiva que nos ofrecen los largos años transcurridos desde la
conflagración en el Atlántico Sur, puede ser también el punto de partida de una
reconsideración seria, responsable, plural y democrática que encarrile el
conflicto por vías más positivas y prometedoras.
II. La cuestión
Malvinas se ubica en una encrucijada de caminos donde convergen justos
reclamos, arraigadas tradiciones culturales, dolorosas memorias recientes y
ciertas modalidades escasamente realistas de pensarnos como sociedad y de
comprender nuestra relación con los otros.
Tal como ha
sido enseñada, aprendida y compartida por generaciones, la querella malvinense
es una viga maestra de un ideario que vastos sectores de nuestra sociedad
asumen con escasa o nula voluntad de revisión crítica; en algunos casos
extremos, además, se funde en el caldero de interpretaciones cerriles de
nuestra nacionalidad. Comenzar por desarmar esas genealogías que hablan el
lenguaje de la unidad sin fisuras, reaccionarias a la hora de reconocer
diferencias, y proclives a la imposición de voluntades autoritarias, es un paso
ineludible orientado a producir un análisis más sensato de nuestra situación y
a promover un diálogo más responsable.
Ciertamente, la
Argentina tiene sobre las islas y mares del sur en litigio derechos legítimos.
Pero no se trata de derechos absolutos ni de fundamentos incuestionables. Están
basados en premisas no compartidas por todos los actores involucrados en el
conflicto. Por lo tanto, si decidimos apostar seriamente al diálogo deberemos
ser capaces de escuchar las razones de los otros a fin de entablar un proceso
maduro de negociación, donde habrá que balancear ventajas, desventajas, puntos
de acuerdo y eventuales concesiones guiadas por un fin superior.
En este cuadro,
será especialmente necesario discutir en profundidad el significado de la
Guerra del Atlántico Sur, el extendido apoyo social que tuvo y los resortes de
un imaginario que todavía la vindica, a la vez que asumimos con absoluto
realismo sus nefastas consecuencias, que entre otros aspectos destrozó años de
pacientes acercamientos con los isleños, militarizó la zona y consolidó una
avanzada posicional británica hacia el sector antártico.
Mirar de
frente, con humildad y autocrítica, el trizado espejo de esa historia –donde se
lamenta con vehemencia el final pero no se cuestiona el inicio de la contienda
bélica- tal vez nos prepare mejor para sopesar cuidadosamente las acciones del
presente y los pasos a dar en el futuro.
III. La reforma
constitucional de 1994 introdujo una Disposición Transitoria que ratifica
nuestros derechos sobre las islas y mares australes “respetando el modo de vida
de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional”. Esta
cláusula, cuya redacción no está exenta de polémicas, atravesada por matices y
condiciones, puede ser la base de una renovada política de Estado en la
materia.
En especial
porque su texto deja abierto un amplio espectro de temporalidades, estrategias
y decisiones que serán más eficaces en la medida en que cuenten con una clara
definición acerca de cuáles son nuestros mejores intereses en el diferendo, un
amplio consenso interno basado en una franca deliberación colectiva y una
sostenida voluntad diplomática.
En este marco,
quizá haya llegado la hora de revisar de raíz las escasas virtudes, los magros
frutos y las muchas desventajas de una estrategia de política exterior fundada
en la idea del choque permanente como medio idóneo para alcanzar nuestros
objetivos.
En particular,
esta política orientada a imponerle “costos” a los británicos, tiene a su vez,
y de manera creciente, onerosas cargas para nuestros aliados, socios o amigos,
al perturbar las relaciones diplomáticas en la región, y en definitiva termina
generando gravosos costos para nosotros mismos.
Por contrario,
tal vez estemos ante una buena oportunidad para construir las bases de una
nueva política, que ciertamente cuenta con valiosos antecedentes a lo largo del
último cuarto de siglo de vida democrática, que haga de la cooperación, y no
del enfrentamiento, el medio más adecuado para el logro de nuestras metas.
IV. Entre los
componentes principales de esta política cooperativa podríamos mencionar los
siguientes elementos:
En primer
lugar, redefinir de manera precisa nuestros intereses en el contexto del
conflicto. A nuestro entender, los mejores intereses argentinos en el mediano
plazo no consisten en una eventual incorporación territorial del archipiélago,
sino en una apropiada inserción de nuestro país en el mundo que potencie
nuestras oportunidades de desarrollo y la calidad de vida de nuestra
ciudadanía.
En segundo
término, sería conveniente reducir el tenor político y simbólico de la cuestión
pasando a una instancia de diferendo diplomáticamente administrado. En tal
sentido, derogar el feriado del 2 de abril y reemplazarlo por una recordación
como la del 10 de junio (“Día de la reafirmación de los Derechos Argentinos
sobre Malvinas”) sería un paso inicial en una dirección más promisoria. En este
esquema, y sin que medie ninguna renuncia formal de nuestros derechos, debemos
hacer patente ante la comunidad internacional nuestra visión de que la solución
de esta controversia depende de una difícil y paciente negociación que
involucre no solamente a los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña, sino
también a los isleños.
Y finalmente,
el eje de la nueva estrategia ha de ser contribuir a instalar en el área un
espíritu de cooperación, con arreglo a intereses concretos en diferentes
campos: explotación de recursos pesqueros y energéticos, turismo,
comunicaciones, desarrollo científico-tecnológico, política ambiental, etc.
Esta cooperación tendrá, al menos, dos facetas: por un lado, estará orientada a
coordinar esfuerzos y políticas con otros países latinoamericanos; por otro,
deberá ser definida por un vector de mutuo beneficio para argentinos,
malvinenses y británicos.
Somos
conscientes de que se trata de un camino arduo y delicado, y en cuya marcha
todavía quedan amargas heridas por cicatrizar; sabemos que estamos proponiendo
un enfoque que nos comprometerá durante mucho tiempo con una serie de acciones
congruentes pero cuyo eventual éxito no será ni resonante ni inmediato. Pero
también creemos que hay una ciudadanía crítica, madura y responsable, cansada
de padecer conductas políticas oportunistas. Entendemos que esta ciudadanía tendrá
una buena disposición para escuchar propuestas innovadoras, capaces de superar
las consignas de un obcecado nacionalismo territorialista, conservador o de
izquierda, que nada tiene para ofrecer como promesa de futuro.
Hace treinta
años, en tierras malvinenses y en las aguas del mar austral, ofrendaron su vida
cientos de soldados y militares argentinos. Muchos de esos combatientes eran
hijos de la pobreza o de la marginalidad, todos habitantes de un tiempo
violento, ciudadanos a medias de una Argentina sin rumbo. Honrar hoy su digna
memoria nos obliga a construir una sociedad más democrática, próspera, pacífica
e igualitaria, que ofrezca a los descendientes de aquellos caídos, y a todos
los habitantes de nuestro suelo, las oportunidades de vida y de progreso que
ellos no pudieron disfrutar.
29 de marzo de
2012
Por el Club
Político Argentino:
Henoch Aguiar,
Sabrina Ajmechet, Antonio Camou, Marcelo Cavarozzi, Silvia Cornejo, Graciela
Fernández Meijide, Guillermo Genta, Ernesto Gore, Victoria Itzcovitz, Alejandro
Katz, Sebastián Katz, Elsa Kraisman, Carlos Kreimer, Aleardo Laría,
Héctor Leis, Alicia Lissidini, Darío Macor, Roberto Martínez Nogueira, Federico
Merke, Manuel Mora y Araujo, Daniel Muchnik, María Matilde Ollier, Vicente
Palermo, Astrid Pikielny, Hugo Quiroga, Roberto Pucci, Carlos Reboratti,
Rodolfo Rodil, Luis Alberto Romero, Guillermo Rozenwurcel, Gabriel C.
Salvia, Leonardo E. Stanley, César Tcach, Damián A. Toschi, Guillermo Yanco,
Carlos V. Zurita.
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