Malvinas: razonar no es claudicar
Por Fernando Petrella. EMBAJADOR, EX VICECANCILLER
La solución de los
problemas coloniales aparece al final de un proceso de creación de confianza.
Por ello es que promover el aislamiento de los isleños es contraproducente y
podría resultar incompatible con el diálogo que propone Naciones Unidas.
Una política exterior firme es aquella que usa
eficientemente sus recursos para lograr objetivos alcanzables, paso a paso
. Este último aspecto es el que asegura sustentabilidad en el tiempo sin
descartar oportunamente la búsqueda de soluciones definitivas en las disputas
bilaterales.
Utilizar el poder blando es esencial
sobre todo cuando el interlocutor es una gran potencia además de un actor
respetado en el sistema internacional. El poder blando es el que permite
crear las condiciones para el diálogo que la confrontación impide. El poder
blando se apoya en la diplomacia y se sirve de la gradualidad, eludiendo la
precipitación. Estas características son las que mejor definen en términos
prácticos a una política exterior firme. Una política de resultados.
Una política exterior torpe es la se
mantiene en la superficie de los problemas, demoniza a la parte con la que debe
negociar, busca “atajos” para no encarar la realidad y paga costos
sorprendentes para obtener apoyos que le permitan postergar la discusión del
problema con realismo y madurez. Esta política no ofrece resultados ni externos
ni internos. Congela la cuestión, agrava las disputas y perjudica la
legitimidad de los derechos que la sustentan. Es una política estéril.
Por esto los gobiernos saben que una
política firme necesita claridad en los objetivos, profesionalidad para
exponerlos y buena fe para instrumentarlos. El momento actual en la disputa
sobre las Islas Malvinas requiere, precisamente, de esto último. Es un momento
especial -por el aniversario del conflicto- en el que no se debe responder a
las provocaciones con más manifestaciones de lo estrictamente necesario .
La opinión publica mundial y la de América deben poder percibir claramente de
qué lado está la sensatez y de qué lado la provocación, el despilfarro y el
belicismo.
Cada vez que reaccionamos
desproporcionadamente perdimos posiciones . El conflicto bélico
fue el episodio más trágico y perceptible. Pero hubo otros ejemplos en la
década del sesenta, setenta y con posterioridad a la guerra, donde nuestra
intemperancia sirvió solamente a los objetivos de nuestro adversario . Por
el contrario, cuando actuamos con visión de mediano plazo progresamos
significativamente . Los acuerdos de comunicaciones de 1971 que permitieron
el ingreso de los argentinos a las Islas y los acuerdos sobre seguridad, pesca,
hidrocarburos y comunicaciones suscriptos bajo paraguas de soberanía a partir
del restablecimiento de relaciones diplomáticas de 1989, son casos positivos.
Esos casos estuvieron en consonancia con la
práctica de descolonización de las Naciones Unidas que aconseja diálogo sin “vergüenza”,
contactos humanos fluidos, construcción de confianza, creación de dependencia
recíproca y buena fe a lo largo de un período de tiempo. Nada fácil de llevar a
cabo si una de las partes actúa unilateralmente como si el conflicto no
existiese. Ese es, justamente, el desafío para nuestra madurez. El Reino Unido
no facilitará las cosas aunque algunas señales recientes desde ambas partes,
como la designación de nuestro embajador y la positiva reacción británica,
indicarían que surge otra oportunidad.
Tendremos que sobreponernos a la ambigüedad
y, como en el pasado, encontrar la manera de reiniciar el diálogo en un
terreno de interés común.
La solución de los problemas coloniales
aparece recién al final de ese proceso de creación de confianza y no al
principio. Por ello es que promover el aislamiento de los isleños es
contraproducente y podría resultar incompatible con las Naciones Unidas .
De allí que hay que restablecer con urgencia una política atractiva hacia
los isleños -aunque genere costos políticos y económicos- ya que en nada
afecta nuestros derechos.
Lo contrario de lo que hemos hecho los
últimos años. Razonar no es claudicar . “Los argentinos son más peligrosos
cuando son razonables”, sostenían los personajes más encumbrados de las Islas
cuando la convergencia con el Reino Unido descongelaba la disputa. Estaban en
lo correcto.
Transitemos este aniversario honrando a
nuestros héroes y ayudándolos.
Que el Reino Unido haga su juego y que eso
no nos condicione . No olvidemos que tiene una diplomacia brillante que,
bien inducida, puede operar para el equilibrio o golpear duramente si le
ofrecemos la ocasión. Entonces evitemos un “Kosovo II” en nuestra región
, porque esta escalada podría tener solamente el objetivo de consagrar frente a
la opinión pública internacional la autodeterminación como hecho
irreversible.
Una política exterior firme actuará con
prudencia para evitar ese error. Una política exterior torpe dejará la
iniciativa a nuestro adversario y nos privará de instrumentos para
contrarrestarla. Esta es la brecha que, en los hechos, separa a una política exterior
firme de una política exterior torpe.
Diario “Clarín”. Buenos Aires, 6 de febrero
de 2012.
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