martes, 3 de febrero de 2015

REINO UNIDO. 1997. ESCOCIA, UN CAMINO SEGURO DE LA AUTONOMÍA

Escocia, en camino seguro de la autonomía

Graciela Iglesias (Corresponsal en Europa)

Los primeros resultados del referendum vaticinan la creación de un Parlamento propio con facultades impositivas
EDIMBURGO, 11.- Es el renacimiento de una nación. Decirlo de otra forma sería un eufemismo porque por primera vez en 300 años, Escocia ha decidido tomar las riendas de su propio destino.
Los resultados de salida de urna del referendum dan la victoria al "doble Sí" con un abrumador apoyo a la primera de las preguntas ("¿Quiere usted la autonomía?", con un 61 por ciento) y un más modesto pero igualmente contundente respaldo a la segunda ("¿Quiere usted un Parlamento escocés con poderes fiscales?", con un 47 por ciento). Los primeros resultados oficiales, en cambio, daban una ventaja aún mayor: el 78 por ciento y el 67 por ciento, respectivamente.
La tasa de participación fue, sin embargo, más baja que en las elecciones generales, alcanzando entre el 55 y el 60 por ciento.
La última vez que los escoceses tuvieron ocasión de pronunciarse al respecto, en 1979, la autonomía había obtenido una pequeña mayoría con el 33%, comparado con el 31% en contra. Ese margen fue inferior al 40 por ciento exigido como mínimo por el gobierno.
En esta ocasión, una mayoría simple hubiera servido, pero, de todas formas, las cosas parecen haber cambiado dramáticamente.
Exactamente en la misma fecha en la que, hace 700 años, William Wallace (el héroe encarnado por Mel Gibson en la película "Braveheart"/"Corazón valiente") ganaba la batalla de Stirling Bridge contra los invasores ingleses, los escoceses apostaron sin ambages por la autodeterminación.
Gracias a esta decisión contarán con su primer Parlamento desde la firma del Acta de Unión de 1707, que dio nacimiento al Reino Unido. Este cuerpo legislativo comenzará a funcionar en mayo de 1999 luego de que sus 129 miembros sean elegidos también a través de las urnas.
Su líder se llamará "primer ministro" y contará prácticamente con todos los atributos de un jefe de gobierno nacional con la excepción del manejo de la soberanía, la defensa y las relaciones exteriores, que seguirán recayendo en manos de Westminster.
"Hay algo en la atmósfera que me dice que éste va a ser un día histórico, uno que quedará en la memoria para siempre, no sólo de los escoceses sino para todos los británicos", había dicho a primera hora Donald Dewar, el hombre que ahora se ha convertido en el último secretario de Estado para Escocia.
Su nombre, junto con el del canciller Robin Cook, figura alto en la lista de candidatos a ser el primer -y valga en este caso la redundancia- primer ministro de Escocia.
Sus declaraciones, realizadas poco después de colocar su voto en el cuarto oscuro de la escuela primaria Kelvindale, en Glasgow, fueron más allá de la predicción de un triunfo a nivel local. No son pocos los que estiman que los escoceses han sido la "punta de lanza" de una revolución constitucional en el Reino Unido.
Con un contundente mandato ganado en las elecciones del 1º de mayo, Tony Blair se dispone a ir mucho más allá de la descentralización del poder, con asambleas regionales en Escocia, Gales, Ulster, Inglaterra y un alcalde para la capital británica.

Duro golpe a los tories

En su lista figuran también la reforma de la Casa de los Lores (con la abolición de los títulos hereditarios), la modernización de la monarquía (una iniciativa que la muerte de la princesa Diana contribuyó a poner al tope de la agenda política) y la introducción del sistema proporcional de votación.
Este último punto terminaría por hundir al Partido Conservador, que depende ahora exclusivamente del apoyo de ciertas circunscripciones en Inglaterra, y ayudaría al mismo tiempo al Partido Liberal Demócrata -actualmente en virtual coalición con el laborismo- a tomar su posición, ya que éste cuenta con simpatizantes en todo el país, pero no en la forma concentrada por distrito que demanda el actual sistema electoral.
Aun cuando los resultados finales del referendum no se conocerán hasta las 6.30 de la mañana, miles de personas ya salieron a festejar su redescubierta libertad en las calles.
El lugar que los convoca en Edimburgo es una pequeña construcción de madera ubicada frente a la Carlton Gallery, el edificio que muchos esperan se convertirá en la sede del nuevo Parlamento. Desde la noche del 9 de abril de 1992, fecha del triunfo electoral de John Major (lo que puso en punto muerto las aspiraciones de autonomía) miles de escoceses vinieron turnándose para mantener allí una vigilia constante y apartidaria bajo el slogan "En defensa de la democracia en Escocia".
"Primero colocamos una carpa, pero, pasados varios meses, decidimos instalar algo con un techo más seguro, de modo de poder pasar mejor el invierno", comentó a La Nacion Gillian Grant, una de los muchos estudiantes, académicos y amas de casa que contribuyeron a entregar panfletos y distintivos con la bandera azul y blanca escocesa durante las 1979 jornadas de militante permanencia.
"Mañana todo esto va a desaparecer -advirtió Gillian-. Lo más probable es que hagamos una fogata con la madera o que la donemos a alguna institución que le puede sacar provecho".
"Nosotros no somos nacionalistas, nunca pedimos la independencia -intervino para aclarar uno de sus colegas, Gerry Malone-. Lo que reclamábamos era una mayor dosis de democracia y alcanzamos nuestro objetivo".
"¡La vigilia, gracias a Dios, ya no tiene sentido!", exclamó jubiloso uno de los manifestantes. Un grito que mereció la unánime respuesta de los presentes con un pasaje de la canción patriótica escocesa "Scots wha hae": "¡No hay dudas! ¡Ahora es el día y ahora es la hora!" . .

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